miércoles, 27 de abril de 2011

Mi gran amigo.

Cuando los miedos me rodean, cuando las dudas se adueñan de mi pensamiento, cuando no tengo nada más por lo que mirar hacia delante... ahí está él. Inerte, protegiéndome de todo lo que me acecha. Envolviéndome con su manto a cuadros de esta fría y oscura primavera. Consiguiendo que estas palabras inútiles fluyan por mis dedos. Sí, es él.
Ajedrez. Más que cualquier simple juego. Algo que el gran Bobby Fisher nombró como un arte. Para mí más que un arte, una forma de vida. Si no te gusta perder, ni te acerques. Si piensas que es de frikis, olvídalo. Si no esperas un reto, éste no es tu sitio. Pero si buscas un continuo reto de auto-superación, una vía de escape o algo que te ayude a mejorar tu concentración... continúa leyendo. ¿Cómo podría describir qué siento al descubrir una gran combinación que me hará ganar la partida más decisiva del torneo? ¿Cómo explicarte que yo siento lo mismo al colocar todas las piezas que lo que sintió Usain Bolt cuando consiguió el record mundial? ¿Cómo explicarte qué es el dolor si no te jugaste un torneo en la última ronda contra una amigo? ¿Cómo decirte lo que es decepcionarte contigo mismo si nunca perdiste una partida ganada? ¿Cómo demostrarte que las mejores personas que conozco son gracias a un tablero y unas cuantas piezas de plástico? ¿Cómo enseñarte qué es la vida si nunca has jugado al ajedrez?
Sí, es duro no poder ver a las personas que más te aprecian día a día. Pero si ese es el precio que hay que pagar por seguir en esto... que me hagan sangrar.
Y gracias a toda esa gente que me ha enseñado a no rendirme, a no dar una partida por perdida e incluso a aplicar todo esto a la vida real. Gracias por enseñarme a perseguir lo que quiero. Gracias a todas esas risas que valen más que todo el dinero. Y por supuesto gracias, gracias por seguir ahí a pesar de todo. No te rindas nunca, aunque esté todo perdido.