martes, 25 de diciembre de 2012

Percepción de mi Perfección

-Una percepción de mi perfección. -Una esbelta figura cuya sombra podría confundirse con la de una fina farola. Su larga melena recorre su espalda como si de una gruesa sábana oscura se tratase. -Sus delgadas piernas se ensanchaban conforme se acercan a sus tonificados glúteos. Los andares de una modelo digna de adorar. Su fina cintura da la sensación de tener la necesidad de ser protegida. Débil, frágil como la porcelana, un fino torso luce unos bonitos senos que conducen a un suave cuello, el cual besaría sin cesar la noche entera. -Una puntiaguda barbilla presenta a sus redondeados y tiernos labios que esconden tras ellos las perfectas perlas por las cuales con joyero pagaría. Su nariz chata muestra unos agujeros casi inexistentes. Una mirada penetrante, formada por dos oscuros ojos en los que el mejor explorador se perdería. Sus perfectos cristalinos te envuelven en una inmensa confianza que te obliga a mantener la mirada. Todo eso, junto con una estrecha frente, dan lugar al ser más perfecto que la naturaleza jamás ha creado. La perfección personificada cuya dulce voz calmaría a la más terrible bestia. -Generosidad absoluta, dulzura embriagadora... Una persona tan simpática que a todo el mundo gusta, a todo el mundo enamora. Su candidez la hace inocente, desprotegida. Pero estos inútiles ríos de tinta no apagarán una pequeña llama que no enciende la chispa necesaria para hacer de este sueño algo real.

No choice

No dominamos nuestros sentimientos. No controlamos nuestras emociones. No elegimos nuestros objetivos. Somos animales. Solo somos salvajes que aspiran a ser algo más.

Recuperación de una parte de uno de los textos de Cultura Clásica. Aníbal.

-Antes de emprender el viaje comprobamos que estaba todo listo. Todos llevaban sus mochilas llenas de comida, sus armaduras puestas y algo imprescindible: el valor de mirar a la muerte directamente a los ojos. Nuestras esposas lloraban mientras partíamos. Sabían perfectamente que ésta sería la última vez que nos verían. Pero era nuestro oficio, lo que todos nosotros habíamos elegido. Entre sollozos de algunos soldados, emprendimos nuestro largo viaje. El comiendo del viaje era sencillo a lomos de unos elefantes. Tan solo teníamos que bordear el Mediterráneo hasta la cordillera de los Alpes. Pero una vez allí, alcé la mirada. ¡Aquellas montañas eran más altas que hasta donde la vista me alcanzaba! A todos se nos encogió el estómago. Un miedo aterrador nos recorría todas las entrañas de nuestros cuerpos. Pero no había marcha atrás. Habíamos llegado demasiado lejos y nuestro orgullo nos impedía volver. Manteníamos la confianza. Aníbal nos protegía, al menos por el momento. Era un súper hombre. Actuaba con total superioridad ante los rivales y problemas. Los vencía uno tras otro sin problema alguno. Era… indestructible prácticamente. Era nuestro único seguro pero… él no podía cuidar de 100.000 hombres. Hasta eso se le quedaba grande. No podíamos basar nuestra fuerza en un solo soldado. Éramos un ejército y debíamos actuar como tal. Nuestros hombres empezaban a caer con la llegada del invierno. La comida se nos agotaba. La bebida nos escaseaba. Las fuerzas nos flojeaban. Todos sabíamos que solo los más fuertes íbamos a salir de ésta.