martes, 25 de diciembre de 2012

Recuperación de una parte de uno de los textos de Cultura Clásica. Aníbal.

-Antes de emprender el viaje comprobamos que estaba todo listo. Todos llevaban sus mochilas llenas de comida, sus armaduras puestas y algo imprescindible: el valor de mirar a la muerte directamente a los ojos. Nuestras esposas lloraban mientras partíamos. Sabían perfectamente que ésta sería la última vez que nos verían. Pero era nuestro oficio, lo que todos nosotros habíamos elegido. Entre sollozos de algunos soldados, emprendimos nuestro largo viaje. El comiendo del viaje era sencillo a lomos de unos elefantes. Tan solo teníamos que bordear el Mediterráneo hasta la cordillera de los Alpes. Pero una vez allí, alcé la mirada. ¡Aquellas montañas eran más altas que hasta donde la vista me alcanzaba! A todos se nos encogió el estómago. Un miedo aterrador nos recorría todas las entrañas de nuestros cuerpos. Pero no había marcha atrás. Habíamos llegado demasiado lejos y nuestro orgullo nos impedía volver. Manteníamos la confianza. Aníbal nos protegía, al menos por el momento. Era un súper hombre. Actuaba con total superioridad ante los rivales y problemas. Los vencía uno tras otro sin problema alguno. Era… indestructible prácticamente. Era nuestro único seguro pero… él no podía cuidar de 100.000 hombres. Hasta eso se le quedaba grande. No podíamos basar nuestra fuerza en un solo soldado. Éramos un ejército y debíamos actuar como tal. Nuestros hombres empezaban a caer con la llegada del invierno. La comida se nos agotaba. La bebida nos escaseaba. Las fuerzas nos flojeaban. Todos sabíamos que solo los más fuertes íbamos a salir de ésta.

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