lunes, 27 de mayo de 2013

El valor de la vida humana, para filosofía

Este debate surgió a raíz de un mini-debate que hubo en clase sobre el aborto. Una tocó el timbre, mi compañero Iván y yo nos quedamos hablando un par de minutos contigo y de ahí nos diste la oportunidad de hacer esta redacción y, bueno, las oportunidades están para aprovecharlas. Por primera vez, no sé bien por dónde empezar una redacción de esta índole. Bien es cierto que cuando una mujer decide abortar, se está tomando la libertad de matar a un ser humano sin repercusiones judiciales pero, si quisiésemos tomarlas deberíamos tener en cuenta una cuestión que Aristóteles planteó siglos atrás: la diferencia entre ser en acto y ser en potencia. Al igual que ocurre con el huevo y la gallina, un feto no es un niño, pero tiene la potencia de acabar siéndolo. Entonces aquí comienza el conflicto de si la madre está legitimada a acabar con la vida de ese ser en potencia que ella misma había concebido o si es tan asesina como el que más. Está claro que una madre no está legitimada a acabar con su hijo recién nacido pero, sin embargo, sí que lo está para hacerlo con su hijo al que le quedan alrededor de 4 meses para nacer. Parece ser que así intentaron justificar dos filósofos, como tú mismo dijiste, el infanticidio. Y tal vez esté justificado, ya que lo único que los separa es una franja de tiempo muy pequeña. Es obvio que no comparto esta postura y que me parece una completa aberración, pero parece ser la conclusión a la que llegamos con todo esto. Pero, ¿y en el caso de una violación? Al contrario de lo que la iglesia diga, si una mujer queda embarazada tras una violación, tiene todo el derecho del mundo a abortar. No porque lo que está creciendo dentro de sí no sea una vida, sino porque esa vida no tiene legitimación ni el valor de una vida fruto de una relación entre dos personas. Tal vez sea esto lo que da derecho a la madre a decidir si continúa creciendo una vida dentro de sí. En el caso de que la madre tenga riesgo de morir en el parto, la decisión estaría más que clara. Y en el caso controvertido en el que la madre quedase embarazada accidentalmente tras una relación sexual consentida surge un dilema importante. ¿Estaría legitimado en este caso el aborto? En mi opinión, sí que lo está. Los errores hay que asumirlos pero, si el error va a dar lugar a una vida humana, podría perdonarse. Habría que tener en cuenta la edad de la madre y las circunstancias en las que ese niño crecería pero, en cualquier caso, la madre está legitimada a acabar con la vida que crece en su interior ya que es algo que forma parte de ella y está en el derecho de hacer con sí misma lo que quiera. Quizás, el niño no sea niño hasta que no haya salido del vientre de la madre, al igual que la gallina no es gallina hasta que no sale del cascarón. Luego, habría que hacer un hueco en esta redacción a aquellos que igualan la vida de un perro a la de una persona o, lo que es peor, la de una persona a un perro. Con todo el respeto, este punto de vista me parece una gran estupidez. Lo gracioso de esto es que los defensores de esta postura, por líneas generales, equiparan la vida humana a la de un perro pero no, por ejemplo, a la de una rana o cualquier otro ser vivo que, normalmente no tendrían por mascota. Tal vez no se den cuenta de la barbaridad que están diciendo porque, si los perros se venden en tiendas por el precio, pongamos de 200€, ¿los humanos también deberíamos hacerlo? No se puede cuantificar la vida de un humano, a no ser que estemos hablando de adoptar un bebé. Este tema también crea una gran controversia y un dilema moral ya que se está pagando por una vida humana. ¿Nos intenta decir el estado esa vida le pertenece; y no solo eso, sino que todos y cada uno de nosotros somos pertenencia suya, mercancía que se puede comprar y vender? ¿No debería ser al revés? Si alguien se ofrece a adoptar un bebé, una vida que tal vez no se aproveche, tal vez debería ser el estado el que pagase ese “intercambio” en forma de agradecimiento por prestarse a semejante labor. Tampoco quiero entrar mucho en el tema porque no sé si esto es algo que está en manos del estado o si es algo que lleva alguna empresa privada. Me hubiese gustado indagar mucho más en este tema pero, dada mi falta de conocimiento y las conclusiones tan horribles a las que llego, prefiero no seguir.

martes, 14 de mayo de 2013

Libertad vs. igualdad, para filosofía

Libertad vs. Igualdad. ¿Libertad o igualdad? ¿Con cuál te quedas? Yo, obviamente, con la libertad. Elegir la igualdad demostraría la cobardía de la persona, de la incapacidad que tiene de afrontar las consecuencias de sus actos. Al dejar que nuestros actos recaigan en la sociedad, que es lo que elegir la igualdad supone, nos olvidamos de toda responsabilidad y consecuencia, y se trata de coger al toro por los cuernos y admitir cada uno nuestros propios errores. Pero antes de entrar en materia, imaginemos un plato lleno de fruta, por ejemplo. El plato está situado en el centro de una mesa rodeada por cuatro personas y tenemos cuatro piezas de fruta dentro del plato. Cada uno es libre de hacer lo que quiera. Entonces, existen dos opciones: o bien que cada uno tome una pieza de fruta, o bien que uno coja todo lo que crea conveniente para saciar su apetito. En el caso de ser fruta, supongo que la mayoría de personas elegirían la división equitativa de esta pero, ahora supongamos que lo que tenemos en vez de fruta es una cantidad muy exagerada de dinero. ¿Qué ocurrirá ahora? Los más íntegros dirán que lo ideal sería repartir el dinero a partes iguales, pero la gran mayoría, dada la ambición humana por el dinero, intentaría meterse en los bolsillos tanto como le cupiese, sin tener consideración alguna con los demás. Ahora volvamos al caso de la fruta. Volvamos a imaginar nuestro plato de fruta en la mesa, pero lo que ahora cambiaremos será el contexto. Imaginemos todo esto en una situación en la que los integrantes de nuestra mesa llevan semanas sin comer. Ahora, probablemente la situación será parecida a la planteada con el dinero, pero añadiéndole el instinto de supervivencia, es decir, el que más fuerte sea, más comida obtendrá. Este sería el estado de libertad absoluta en el que la igualdad queda abolida y lo que importa es la vida propia, sin dar valor a las demás. Ahora intentemos imaginar una sociedad totalmente igualitaria: una sociedad en la que todo el mundo tiene lo que quiere, nadie molesta a nadie… En el momento en que en esta sociedad tú intentes hacer algo, no podrás, por el simple hecho de que si la igualdad es absoluta, tú no puedes hacer algo que moleste a otra persona. Esta sociedad es inexistente, es imposible. Todo no puede estar a gusto de todos y, en el momento que esto pasa, aparecen las desigualdades. Y si todo tiene que estar a gusto de todos, nada se puede hacer ya que siempre habrá alguien a quien le moleste lo que hagas. A pesar de que la anarquía aparece muchas veces como una utopía maravillosa, si nos lo planteamos nos daríamos cuenta de que estaríamos en la misma situación: un conjunto de personas que se niegan a ser representados y gobernados pero que, a la hora de buscar el placer de todos, se da lugar al caos. Una sociedad totalmente igualitaria no es posible, mientras que una sociedad totalmente libre es algo concebible que se da, por ejemplo, en las sociedades animales. Tan solo somos salvajes que aspiran a ser algo más.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Tempus fugit, para lengua.

Que el tiempo pasa es un hecho irremediable, es nuestra condena, nuestra atadura, el acompañante de nuestro largo viaje. Durante nuestra infancia y adolescencia experimentamos una lenta subida en nuestra travesía hacia el conocimiento y la madurez que, tras llegar a la cima, experimenta una vertiginosa caída cuesta abajo y sin frenos en la que nadie, absolutamente nadie, tiene algo con lo que protegerse. Nuestras vidas están llenas de subidas y bajadas, de altos y bajos que nos van marcando y que nos van haciendo crecer personalmente. Es obvio que, durante ella, encontraremos situaciones que no querremos vivir, que daríamos lo que fuese por evitar pero, personalmente invito a toda esa gente que huye de estas situaciones a vivirlas y afrontarlas. No hay placer sin dolor, ni frutos sin sacrificio. El hecho de tener solo una vida no debería desilusionarnos sino, al contrario, debería animarnos a aprovechar cada una de las oportunidades que esta nos brinda y a vivir cada día como si fuese el último, pero no de una manera extrema; sino, más bien de una forma más moderada, tratando de adquirir conocimientos para llegar a conseguir la sabiduría suprema. Este estado es claramente inalcanzable, una utopía, pero no por serlo debería desecharse esta opción por completo. Hay dos opciones: aprovechar el tiempo o morir quejándonos del que perdimos. Obviamente, hay que aprovechar el tiempo, vivir nuestra vida (que es solo nuestra) y solucionar nuestros problemas para luego reírnos de ellos. Y este es muchas veces el miedo del ser humano: que su existencia acabe para siempre. Pero que el tiempo pase es algo necesario en nuestras vidas. Este miedo debería impulsarnos a intentar ser recordados, intentar formar parte de la historia, de aparecer en los libros que jóvenes como nosotros estudiarán. Nuestra meta es tratar de marcar nuestro aquí y ahora para siempre.